Desafiar a Dios

Dice la conseja popular que el que escupe para arriba le cae la saliva en la cara.
La soberbia y la arrogancia son malas consejeras.
También por el mismo estilo, valdría la pena citar a Pitaco de Mitilene: "¿Quereis conocer a un hombre? Investidle de un gran poder".
¿A qué vienen todas estas reflexiones...?
Al desenlace de la vida del presidente Chávez.
El poder lo encegueció. Creyó ser un enviado de Dios y ser el mesías salvador de los venezolanos. No hubo  institución que no haya pisoteado en su camino. A todo aquel que osara confrontarlo le sobrevenían los ataques y humillaciones desde todas las instancias del estado. Bien valía la expresión "El poder soy yo...". Pero Chávez olvidó un asunto trivial, baladí si se quiere, que él era un simple ser humano. Un mortal más como todos nosotros...
No voy a salir a decir que su enfermedad es un castigo de Dios, pero aquellos que hayamos tenido acercamiento con la Biblia sabemos de las diversas historias que allí se recrean, entre ellas cuando Jehová le dice a Abraham. "Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren, maldeciré;" refiriéndose a su pueblo elegido.
Pues Chávez, en uno de sus arrebatos salió y maldijo al pueblo de Israel.
Saquen ustedes sus propias conclusiones.
El difunto presidente Chávez no es lo que nos quieren hacer ver desde la propaganda oficial del gobierno venezolano. Fue un ser humano lleno de odio y resentimiento que deja a Venezuela sumida en una profunda crisis que nos llevará mucho tiempo superar. Nos desintegró como país.
Ahora, mientras tratamos de luchar por rescatar este país de las huestes huérfanas que le sobreviven, esperaremos a que el tiempo se encargue de llevar su legado al lugar que en verdad le corresponde.

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