|
@conoceplc_lch |
Pocos días después de aquella noche que vivimos en Puerto Cabello, habíamos quedado en vernos en el centro comercial Plaza Mayor para tomarnos un café y así también charlar durante un rato. Esa tarde iba con un jeans junto a una franela bastante ajustados, y llevaba su rostro al natural con apenas su boca delineada por un labial rojo, por supuesto. Nos instalamos en uno de los restaurantes que están ubicados a la vera de los canales buscando disfrutar además de la agradable vista que nos da esa zona del centro comercial, mientras tanto nos entretuvimos con unas ricas galletas de pasta seca, haciendo similitudes y comparaciones entre la intensidad de una pasión y un fuerte y aromático café. Por ese tiempo comenzaba mi predilección por el espresso, en el que busco siempre encontrar la originalidad de una buena textura y el estimulante buqué de su aroma. Poco a poco nos fuimos sumergiendo en los estrechos senderos de la relación en la que acabábamos de entrar, y la fui siguiendo con cierta inquietud en la plática que estaba llevando adelante, donde trataba de quitarle el morbo que una situación como la que estábamos viviendo pudiera generar. Trataba de darle cierta apariencia de normalidad, que a mí en lo particular me era difícil de encontrar, y en su lugar sí creía que estaba pisando terreno minado. Siguió con su exposición explayándose entre varias frases donde me alentaba a estar tranquilo porque ella no sería motivo de ningún tipo de exigencias ni malos ratos, sino que sencillamente solo buscaba deslastrarse de su cotidianidad y darle el complemento que quizás ella pensaba que a su vida le hacía falta. Yo podía estar calmado y en paz porque al menos en lo que concernía a ella no se estaba inmiscuyendo en ningún caso de infidelidad. Después de oír aquellas últimas palabras me la quedé mirando fijamente pensando si en realidad había escuchado bien o si había perdido alguna palabra y había trastocado mi comprensión del asunto, pero continuó muy sosegadamente afirmando que lo que estaba comenzando a vivir conmigo era una relación por todos consensuada. Creo que estuve mudo por un momento y es casi seguro que se dibujó alguna muestra de asombro en mi rostro, porque de seguidas me decía detrás de su peculiar estilo que lo asimilara, que esas situaciones eran más comunes de lo que yo pensaba.
Comentarios
Publicar un comentario