"Así va la noche", (extracto)
A continuación les dejo un extracto de casi un capítulo del libro en donde sale a relucir el comportamiento de uno de sus personajes.
"Había comenzado mi desencanto. Sentía que mi tiempo en Puertos de Anzoátegui no daba para mucho más y cada día que permanecía allí era toda una lucha tratando de demostrarme que aún las cosas podían tener algún sentido, pero a la realidad no era tan fácil de engatusarla. Cada mañana se me presentaba como una empinada cuesta en la que debía lidiar con mis propios conflictos internos. La apatía y todo un panorama desolador conspiraban y me costaba identificarme con el gobierno regional y más aún con el gobernador. Pocos meses antes de mi salida de Puertos de Anzoátegui se presentó un incidente bastante desagradable relacionado con un trabajador al que se le estaba siguiendo un procedimiento de despido por señalamientos de acoso y hostigamiento, que pudiera caer en el plano sexual en contra de una de sus compañeras de trabajo. El caso estaba sólidamente fundamentado y existían también otras dos empleadas que después de conocerse esta acusación, igualmente hicieron algunos señalamientos en contra del trabajador y pasaron a formar parte del expediente. Para mi sorpresa, cierta tarde recibí la llamada del gobernador comentándome que se encontraba reunido con un concejal de Puerto la Cruz y que este le pedía que se desistiera de las gestiones de despido que se estaban llevando adelante con este empleado. Le expliqué los pormenores del caso y que era un completo exabrupto echar a un lado las acusaciones en contra del empleado y obviar los procedimientos, que algo así sería un grave precedente y minaría la confianza de los empleados en los representantes de la institución, pero desoyó mis explicaciones y se empeñó en reafirmar que no siguiera adelante con todo aquello y pusiera a un lado toda esa documentación. Me quedé de una pieza, no podía dar crédito a lo que estaba pasando.
Desde un primer momento de mi llegada a Puertos de Anzoátegui,
sentí que la institución estaba bajo el radar acucioso de quienes estaban
encargados de los asuntos financieros y económicos de la gobernación. Debo
reconocer que al principio tuve en cierta forma como un período de gracia
donde en ningún momento se le exigió recursos a la institución. Pero todo tiene
su tiempo y su momento. Roberto Paigott y Neptalí Quiaro eran quienes estaban a
cargo de la parte financiera y presupuestaria en la gobernación. Paigott como
director de administración y finanzas, y Quiaro como director de presupuesto.
Ellos, como es lógico suponer, seguían las directrices de Tarek William en
todo lo referente a ese tema. Tenía entendido que eran profesionales con
muchísima experiencia y creo que ambos habían hecho toda su carrera profesional
en la administración pública. Esto quizás era muy bueno, pero lo que creía que
no era muy bueno es que creyeran que todo debía manejarse de acuerdo a sus
criterios, en los que no diferenciaban a una empresa pública que funcionaba
como una sociedad anónima, tal el caso de Puertos de Anzoátegui, y que debía
generar sus propios recursos para mantenerse operativa, a diferencia de los
recursos que ingresaban a la gobernación en donde los aportes en su totalidad
provenían del gobierno central y tasas impositivas regionales. En resumidas
cuentas, era distribuir y gastar de la mejor manera los recursos económicos que
se les daban. También creía en base a lo que ellos me estaban dejando ver que
nunca se habían asomado a ver los balances administrativos o el funcionamiento
de una empresa privada, que en cierta forma tenía muchas semejanzas con
Puertos de Anzoátegui.
Creo que fue a mediados del año 2006 cuando se dispararon las
alarmas y comenzaron Paigott y Quiaro a reclamar de Puertos de Anzoátegui
aportes de recursos económicos para la gobernación del estado. Argumentaban que
en los casi dos años de gestión, el puerto de Guanta aún no había aportado ni
tan solo un centavo a las arcas de la gobernación. Esta afirmación no dejaba
de ser osada. Por un lado, era evidente que no revisaban las cuentas del
puerto, y no es que tuvieran la obligación de hacerlo, pero en ellos estaba
documentado el uso que se le daba a los ingresos que generaba la institución.
Es menester traer a colación que al comienzo de cada año se hacía un resumen de
todas las acciones y operaciones realizadas durante el año que acababa de
concluir, y posteriormente ese legajo era enviado a la gobernación para su
consideración. Pero volviendo al tema de los aportes del puerto, parecía ser
que para ellos las obras que el ente llevaba adelante en apoyo a la gobernación
no tenía que ser considerado como un aporte, porque en realidad no era dinero
que ingresaba a la gobernación del estado. Para ellos no contaba la
construcción de dos salas de rehabilitación integral llevadas adelante a petición
expresa del gobernador. Igualmente, el compromiso de la sala situacional de la
Copa América y muchos otros aportes en distintos eventos de la gobernación en
donde se le pedía a Puertos de Anzoátegui su colaboración. Ninguna de estas
acciones parecía contar para Paigott y Quiaro de allí que siempre estuvieran
prestos a meter la mano en los bolsillos del puerto, si se les permitía.
El problema con la consolidación y modernización del puerto de
Guanta es el manejo que los políticos quieren darle a los recursos que desde
allí se generaban. Era un puerto relativamente pequeño con un atractivo
movimiento de carga que en los meses que llevábamos allí había estado
incrementándose paulatinamente. En él hacían vida algunas de las almacenadoras
más importantes del país y algunos de los patios y almacenes que estaban
desocupados fueron del interés de otras que apostaban fuerte con su presencia
en la región. Lamentablemente ante las exigencias de los directores de
administración y presupuesto de la gobernación, venía a caer en cuenta que las
cosas no eran del todo diferentes a las administraciones anteriores y tocaría
lidiar con esta situación. Las prácticas clientelares seguían estando allí y
por mucho que quisiera hacerme el desentendido o voltear hacia el otro lado no
iban a dejar de existir. En definitiva, el período de gracia había terminado y
tocaba lidiar con lo que se venía.
Así que aquí estaba, dándome un portazo con la realidad, ir por
los recursos que generaba el puerto de Guanta había sido solo cuestión de
tiempo y, a decir verdad, creo que habían tardado mucho. La agresiva política
comunicacional de la Dirección de Comunicación y Prensa de la gobernación,
supongo que debido a las exigencias del propio gobernador para mantener su
presencia continuamente en los distintos medios tanto regionales como
nacionales había provocado una considerable deuda, que por lo que parecía traía
de cabeza a Paigott y Quiaro al no encontrar la forma de pagarla por no
disponer de los recursos. Esto, indefectiblemente, hizo que pusieran sus ojos
en Puertos de Anzoátegui y en eso contaron con la aprobación de Tarek William
Saab. Me llamaron a una reunión en la gobernación y allí me plantearon sus
problemas de caja, por lo tanto necesitaban que el puerto les auxiliara. En ese
primer contacto no se discutió ningún monto en particular y lo que pude
responderles fue que iba a revisar los aspectos legales y administrativos sobre
cómo se debía proceder debido a la constitución legal de Puertos de Anzoátegui
como sociedad anónima.
Convoqué una reunión con las gerencias de Administración, Asuntos
Legales y con la contralora de la institución y les planteé la situación que se
estaba presentando. Allí prácticamente fue unánime la opinión de que no era
recomendable proceder de esa manera para transferir recursos a la gobernación
porque Puertos de Anzoátegui, al ser una sociedad anónima, solo debía hacerlo
al final del cierre fiscal en la forma de dividendos en caso que los hubiere.
Existía una alternativa y era con la convocatoria de la junta directiva y
presentarles la argumentación respectiva y la moción para su aprobación en la
forma de transferencias de recursos al accionista principal. Se llegó a la
conclusión en que esta podría ser la vía y el gerente de Administración
establecería los contactos con la dirección de Administración de la gobernación
para coordinar los pasos a seguir.
Se establecieron los contactos respectivos y el gerente de
Administración sostuvo una reunión con Roberto Paigott en su oficina en la
gobernación. Al regresar, vino a reunirse conmigo para exponerme sus
consideraciones y puntos de vista sobre las gestiones que se estaban llevando a
cabo. Los aspectos administrativos eran tal cual se los había planteado, pero
donde sentía cierta aprehensión era con el monto solicitado, cerca de tres mil
millones de bolívares. Cuando le escuché decir la cantidad de dinero que
estaban pidiendo pensé que estaba bromeando, le pedí que lo repitiera y así
mismo lo hizo: tres mil millones de bolívares, esa cantidad era para aquel
momento cerca de 600.000 dólares al cambio del mercado paralelo y casi
1.400.000 dólares al cambio oficial del Banco Central. Esto no podía ser
cierto, era lo que se me ocurría pensar. ¿Es que acaso Quiaro y Paigott sabían
lo que estaban haciendo? ¿Será que alguna vez se habrán tomado el esfuerzo de
revisar los balances de Puertos de Anzoátegui y allí constatar la realidad de
lo que la institución generaba? Esa cantidad de dinero era aproximadamente
cuatro meses de operación del puerto sin que este gastara un solo centavo en su
funcionamiento. Definitivamente estaban chalados, yo no pensaba cortarle la
yugular al puerto para que financieramente se desangrara y comenzara a padecer
problemas de operatividad y mantenimiento. De eso estaba completamente seguro
en ese momento. Acordé con el gerente de Administración que cualquier
comunicación que pudiera tener con la gobernación tratara de ganar tiempo y
comentarle que se estaba en la revisión de los procedimientos, que les
comunicara que era un asunto que había que blindar administrativa y legalmente.
Algún tiempo atrás habíamos sido convocados para una reunión de
gabinete fijada como siempre para primeras horas de la noche, pero que recién
venía a comenzar cerca de la medianoche que era la hora en que el gobernador
habitualmente llegaba cuando se trataba de este tipo de convocatorias. En ella
debíamos estar casi todos los directores, quizás habría una que otra ausencia
en particular, pero esto podría tener claramente una explicación con las
distintas responsabilidades que se tenían y muy a menudo alguno podía estar
fuera de la zona. Esa noche hubo una ausencia muy singular que con el paso de
los minutos se iba a explicar por sí misma. No estaba Teodoro Evanoff, el
director de la Corporación de Vialidad e Infraestructura del Estado (Covinea).
Tarek William comenzó su reunión explayándose como siempre con sus
repetidas disertaciones acerca de los fragores de sus luchas y las muchas
renuncias y comodidades a las que tuvo que sacrificar para establecerse en
Anzoátegui y encargarse de la gobernación. Luego comenzaría a esbozar el hilo
argumental de la reunión empezando por manifestar su preocupación sobre ciertas
situaciones que se habían estado presentando en Covinea, y allí hacía
señalamientos directos sobre Teodoro Evanoff y su entorno más cercano. Aquello
comenzó a desagradarme un poco y, en realidad, no me daba buenas sensaciones.
Creo que intervinieron dos o tres directores para apoyar la tesis del
gobernador señalando algunos eventos de los que tenían conocimiento. El
ambiente comenzaba a tornarse pesado y a la mayoría de los que allí estábamos
solo nos quedaba mirarnos las caras sin saber muy bien a qué atenernos y
preguntándonos por qué habíamos sido convocados a un acto de esta naturaleza.
Tarek William preguntaba sobre qué acciones tomar ante la evidente y supuesta
falta de Evanoff y equipo de confianza. Allí volvían nuevamente aquellas dos o
tres voces a balbucear algunas sugerencias mientras el gobernador les prestaba
fingida atención. Esto parecía más bien una grosera ejecución en ausencia de la
víctima sin importar si Evanoff era inocente o no, y no le estaban dando la más
mínima oportunidad de exponer sus argumentos. Así como tampoco este no era el
lugar para venir a ventilar esta serie de señalamientos y emitir a priori
juicios de valor sin ningún tipo de consideración. Algo no olía bien aquí, pero
estaba muy lejos de saber las razones de esta suerte de picaresca que había
sido montada y ejecutada. Detrás de toda esta trama veía un mensaje implícito a
quienes allí estábamos sobre la forma en que seríamos tratados si no nos
adecuábamos a los deseos y caprichos del gobernador. Volvía nuevamente el
lenguaje de los símbolos, allí es donde deberíamos buscar el significado. La
decisión que tomaron esa noche fue enviar comisiones policiales a esa hora a
tomar las instalaciones y oficinas principales y no permitirle a Evanoff ni a
sus funcionarios la entrada a esas dependencias cuando se acercaran la mañana
de aquel nuevo día. ¿Qué hizo o no hizo Evanoff para ser merecedor de este
juicio a puertas cerradas con solo una parte acusadora y algunos cuantos
haciendo de público neutral? Nunca lo supe, pero lo que sí sabía es que debía
tomar muy en cuenta este acto como una suerte de aviso para todo aquel que
contradijera las decisiones y deseos de Tarek William. Después de aquello no
trascendió sobre alguna acusación formal o algún acto legal o administrativo en
contra de Teodoro Evanoff o alguno de sus principales colaboradores. Lo que
llegaría a saber un tiempo después es que había retomado las actividades
profesionales que ejercía antes de dirigir Covinea.
Algo parecido pasó también con el arquitecto Roberto Armas Alfonzo
quien fungió como presidente de FundaAnzoátegui un cierto tiempo.
FundaAnzoátegui era un ente adscrito a la gobernación del estado encargada de
apuntalar y engranar proyectos para el desarrollo y modernización del estado.
Armas Alfonzo era hermano del fallecido escritor Alfredo Armas Alfonzo quien
había sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1969 y, de
acuerdo a la crítica literaria, poseedor de una excelente y original obra.
Roberto Armas Alfonzo también era muy reconocido en todo el estado por su
desempeño como arquitecto, al que acompañaba con muchas iniciativas que
buscaban mejorar la calidad de vida en nuestras ciudades. Para el momento en
que asume la presidencia de FundaAnzoátegui era una persona que ya superaba los
70 años de edad. Las veces que coincidimos en las diferentes reuniones que
pudieron llevarse a cabo o en algún evento regional, disfruté mucho de las
conversaciones que mantuve con él porque era un gran ser humano con un
extraordinario nivel cultural además de un idealista empedernido. Viene a mi
memoria una reunión en la que estaba él y el poeta Freddy Hernández Álvarez
quien, para aquel momento, era el director de Planificación y Desarrollo de la
gobernación. En dicha ocasión además de poesía y de literatura hablamos y
trazábamos estrategias sobre las potencialidades que se tenían en el estado
usando al puerto de Guanta como una baza imprescindible en todo aquel mosaico
de oportunidades que era el norte del estado Anzoátegui.
Pues también hubo una reunión de gabinete donde se denigró y acusó
a Armas Alfonzo de ciertas irregularidades al frente de FundaAnzoátegui. Esta
vez ampliaron un poco más los detalles y señalaban más que todo a algunos de
sus subalternos, que aprovechándose de la confianza que en ellos tenía Armas
Alfonzo cometieron algunos excesos e incluso llegó a mencionarse la alteración
en los montos en algunos cheques. Aquella noche no se llegó al extremo de
enviar las fuerzas policiales hasta las oficinas de FundaAnzoátegui, pero sí
marcó la salida de Roberto Armas Alfonzo del ente. Como era de esperar no hubo
señalamiento penal o administrativo sobre el ejercicio de sus funciones o sobre
algunos de sus subalternos y tranquilamente todo iba quedando a un lado, a
merced del tiempo y el olvido.
¿Qué buscaba Tarek William con sacar y defenestrar a alguno de sus
directores y exponerlo de esta manera ante todos los demás? ¿Por qué no se
reunía en privado con él, le hacía los reclamos que hubiera que hacerle y le
pedía su renuncia que era lo más correcto e indicado? Creo que todas estas
cosas no eran del todo improvisadas, había un mensaje implícito de por medio en
el que quería mostrarles a todos sus subalternos a lo que se exponían si osaban
contradecirlo o no seguir sus lineamientos. Ninguno iba a quedar exento a su
control y su mirada. Si queríamos evitar una situación como la que habían
padecido Evanoff y Armas Alfonzo, pues teníamos que someternos a sus decisiones
e intereses sin importar cuanta justificación legal y administrativa tuviera.
Cuando me detenía a pensar en todas las cosas que habían pasado y
las colocaba en perspectiva, no quería mirarme siendo protagonista de una
coyuntura parecida. No llegué a conocer mayores detalles de cada uno de los
casos y no me había preocupado por saberlo, pero ni a Teodoro Evanoff ni a
Roberto Armas Alfonzo se les debió exponer ante nosotros de esa manera. Si
habían cometido faltas en el ejercicio de sus funciones, existían los métodos y
mecanismos para tomar las acciones requeridas. Esto lo que hacía era ponernos
alertas a quienes formábamos parte de la estructura del gobierno regional, o
quizás a casi todos porque había un círculo muy cercano y cerrado al gobernador
que parecía estar exento de cualquier decisión de este tipo. Y en mi caso
particular sabiendo la mucha atención que le prestaba Tarek William a los
comentarios de pasillo no quería encontrarme en una mañana cualquiera con el
puerto lleno de policías y con el acceso prohibido a las instalaciones.
Todo este cúmulo de situaciones por mucho que quisiera dejarlas a
un lado, me era difícil ignorarlas y poco a poco me iban desgastando y haciendo
mella en mi estado de ánimo. Me estaba cansando la asistencia obligada al
programa de televisión que transmitía cada semana por todas las televisoras y
radios del estado y empecé a faltar periódicamente. Hubo ocasiones en que
incluso llegué a estacionarme frente al edificio de la gobernación con miras a
asistir al programa y no había manera en que bajara del auto y me dirigiera a
su interior. Se había convertido en una suerte de suplicio y tortura sicológica
que, por unas dos o tres horas, tenía que padecer dando mi consentimiento de lo
que allí se hacía o decía. Sabía que pronto estarían pidiéndome explicaciones sobre
mis ausencias, debido a que desde las primeras emisiones habían establecido la
obligatoriedad de asistir al programa a todos los directores al ver que la
asistencia había comenzado a mermar en las primeras semanas. Era obligatorio
registrase y firmar una planilla de asistencia al hacer acto de presencia cada
vez que se emitía y, por ese medio, llevaban el control de quienes asistían y
quiénes no.
El ambiente estaba tomando un cariz totalmente distinto para mí
al compararlo con mis primeros días al frente de Puertos de Anzoátegui. Estaba
absolutamente convencido de que sí se puede sacar adelante una institución
pública como esta, pero siempre que se respetara su independencia
administrativa y financiera y no bajo el tutelaje de una gobernación con
funcionarios como Roberto Paigott y Neptalí Quiaro, quienes creían que podían
disponer de los recursos del puerto de Guanta en la manera que ellos
quisieran, y mucho menos con alguien como Tarek de gobernador, que daba
muestras de querer saltarse todos los procedimientos amparado en una serie de
artilugios legales.
Ocurría entonces lo previsible. La tarde del martes 16 de octubre
de 2007 recibía una llamada de Tarek William donde, un poco contrariado, me
increpaba por no haber resuelto aún la situación con la transferencia del
dinero solicitado por la gobernación del estado.
Me limité a responderle que eran unos procedimientos
extremadamente delicados y que no deberían hacerse porque no había forma de
justificar el traslado de ese dinero a las arcas de la gobernación. Por otro
lado, no se contaba con esa cantidad de dinero, y al final le dije que quien
iba a firmar esos documentos era yo, y que mi firma quedaría registrada allí
para futuras revisiones y evaluaciones de contraloría, por lo tanto sería el
único responsable. Seguidamente, respondió:
─¿Qué se van a estar metiendo contigo? A ustedes nadie los toma en
cuenta, a quien le irán a reclamar en todo caso es a mí.
─Pero insisto, quien firma soy yo ─volvía a argumentar.
─Mira, es una orden, quiero que resuelvas inmediatamente ese
asunto, acá te paso a Quiaro para que te reúnas con él y coordinen la
transferencia de ese dinero ─fue lo último que dijo y me puso al momento con
Quiaro.
Intercambié unas palabras y saludos con Neptaly, y nos
comprometimos a reunirnos en la tarde del siguiente día en sus oficinas de la
gobernación. Me quedé sentado allí un rato, solo. Comencé a pensar y recordar
la secuencia final de la película Cinema Paradiso, en la escena donde
Toto, arrebujado en una pequeña sala, comienza a ver los retazos de cintas que
habían sido censurados y cortados en su momento por Alfredo, el proyeccionista,
siguiendo las directrices del cura censor, y que luego cuando Toto se había
marchado ya del pequeño poblado, se los preparó y legó en un carrete con la
convicción y esperanza de que alguna vez los tuviera en sus manos. Y allí
estaba él, Toto, apreciándolos en una conmovedora escena.
Mis días en Puertos de Anzoátegui habían terminado. Era inevitable
pensar en los muchos momentos que había vivido allí en casi tres años de
estadía. No sabía si lo había hecho bien o mal, pero me iba en paz, con mucha
tranquilidad. Ya después tocaría hacer inventario de todo este período y, ya
distanciado en el tiempo, evaluar toda esa experiencia.
El miércoles 17 llegué temprano al Puerto y me reuní con todos los
gerentes. Les comuniqué mi decisión de renunciar a Puertos de Anzoátegui y los
dejaba en libertad de tomar sus propias decisiones con respecto al futuro de
cada uno de ellos allí. Les pedí que tuvieran todos los documentos
administrativos y legales en regla y después comencé a embalar y organizar las
pocas pertenencias que tenía en la oficina. Me sentía mucho más tranquilo y
aliviado, como si estuviera librándome de un pesado fardo que había estado
atormentándome durante meses. A primeras horas de la tarde tenía todo
organizado y ya cada gerente trabajaba en la documentación para las gestiones
de traspaso. Ya tenía redactada la renuncia formal al cargo y me dirigí al
edificio de la gobernación del estado. Subí al despacho del gobernador, pero
este no se encontraba en ese momento. Conversé con Rafael Vega, secretario del
despacho y le entregué la carta de renuncia para que la recibiera y firmara. Me
preguntó si no prefería hablar con Tarek por teléfono y le respondí que no. Le
pedí que le transmitiera mi gratitud por la oportunidad brindada durante todo
el tiempo que había estado al frente de Puertos de Anzoátegui y que le
agradecía el apoyo que me había dado. Le entregué el teléfono que tenía
asignado por la gobernación y me despedí de él también dándole las gracias por
el respaldo que había mostrado hacia mí en todo momento. Al salir de la oficina
de Vega me encontré con su hermana que trabajaba con él allí y me comentó que
al verme entrar sabía que llegaba a presentar mi renuncia porque estuvo
presente y había escuchado parte de la conversación del día anterior que había
mantenido con el gobernador por teléfono. Solo me quedó sonreírle y corresponderle
también a ella por sus buenos gestos y colaboración prestada. Se despidió de mi
deseándome la mejor de las suertes en mi camino.
El viernes 19 en la mañana firmé el traspaso del cargo a Antonio
Tovar, que hasta ese momento se había estado desempeñando como presidente de la
Corporación Rural Integral del Estado Anzoátegui (Cordagro). Lo acompañaban
Neptaly Quiaro y Gabriel Kurbaji que era el presidente de la Corporación de
Turismo del Estado Anzoátegui (Coranztur). No tenía la más mínima idea de qué
podría estar haciendo Kurbaji allí, aunque era por todos conocida su estrecha
cercanía con Tarek William. Según teníamos entendido, Kurbaji era ─o había
sido─ socio de Avior, una aerolínea regional con su centro de operaciones
mayormente en el aeropuerto de Barcelona, y también se decía que la avioneta
que usaba Tarek para desplazarse por todo el país la ponía a disposición esta aerolínea."
Hola Luis. Acabo de leer estos dos capítulos, el primero relacionado con el diario El Tiempo de Anzoátegui y este otro... ¡Guauuu! Te cuento que ese libro es una denuncia por todo el carril del medio. Se agradece tu valentía al respecto.
ResponderEliminarTambién acabo de leer tu entrada acerca del profesor Pereira y acabo de dejarte un comentario por allá.
Estoy a tus órdenes en este blog
Un saludo desde Maringá, Brasil
Gracias Alí. Este régimen ha hecho tanto daño que nunca será suficiente la aplicación la justicia terrenal con ellos. Con el libro busco eso, denunciar a uno de sus personeros del que estuve más cerca y ver como muchos a los que en un momento consideré amigos dejaban traslucir las bajezas de sus intenciones y oscuras apetencias. Muchas gracias por tu lectura y colaboración e igualmente estamos a la disposición para cualquier eventualidad, siempre he pensado que la palabra y en este caso la literatura tiene mucho que aportar y hacer para devolverle a Venezuela su tranquilidad y prosperidad. Saludos Alí.
EliminarBuenas noches. Me abstengo de comentar como escritor, pero como lector te felicito por tu obra, espero sea una herramienta para crean conciencia acerca de la eterna pregunta ¿por qué denunciar la corrupción?... Debemos enseñar que cuando hay corrupción no hay justicia ni equidad, hay impunidad. Para que nuestra sociedad funcione armónicamente debemos denunciar. La denuncia es la herramienta más efectiva que tenemos los ciudadanos para hacer valer nuestros derechos ante un acto de corrupción. Solo entonces aprenderemos a construir una sociedad justa, inclusiva y por ende, productiva. Te deseo feliz y bendecida noche.
ResponderEliminarMuchas gracias, comparto totalmente tu punto de vista, siento que es necesario exponer toda la injusticia, corrupción, arbitrariedad y el cúmulo de abusos que han padecido los venezolanos durante todo este tiempo. Saludos.
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