11 de Septiembre

Ese día estaba en un campo petrolero al sur de Venezuela, en un proyecto de una de las empresas mixtas que había establecido PDVSA para desarrollar y explotar la faja petrolífera del orinoco, específicamente en San Diego de Cabrutica. Para esos días trabajaba desde las 12 del mediodía hasta las 12 de la noche, por lo que generalmente me levantaba un poco antes de las 10 de la mañana para prepararme e irme hacia el pozo desde el campamento.
Serían algo así como las diez y media de la mañana cuando me acerqué al trailer que estaba habilitado para que viéramos algo de televisión, allí recuerdo nítidamente que encontré a Terry Cabrera, un compañero de trabajo y que también lo fue de la universidad pasmado ante lo que estaba sucediendo frente al televisor. Recuerdo que estaba otro compañero, pero en estos momentos mi memoria no me trae su imagen. Terry, al verme entrar me espetó, "ve lo que le hicieron a las torres gemelas..." Lo que veía en pantalla era la imagen de las torres del world trade center de Nueva York arropadas por las llamas. No le creí, "son los efectos especiales de una película", afirmé.
La imagen era de CNN, y entre los juramentos y afirmaciones de Terry y después los comentarios de los locutores de CNN caí en cuenta de lo que había ocurrido.
¿Qué derecho puede tener un ser humano para decidir quitarle la vida a otros seres humanos?
Ninguno, mírese desde donde se mire.
El odio y el resentimiento son los caldos de cultivo para que surjan estos seres que se creen con derecho a truncarle la vida a los demás, seres inocentes que la mayoría de las veces no tienen nada que ver con sus arengas y planteamientos.
Los dogmas políticos, el fanatismo religioso, el racismo, cientos de años de historia no nos han servido para aceptarnos y entendernos, hemos creado fronteras entre nosotros mismos y seguimos sin aceptarnos tal como somos.
Todo pasa por respetar a nuestros semejantes, y ser respetados por ellos. Ser honestos con nosotros mismos, y también parecerlo.
Hay dos imágenes que me impulsaron a escribir esta nota.
Una, la portada de la revista The New Yorker conmemorando el décimo aniversario del atentado a las torres gemelas, en ella, desde una vista a la bahía, en la vista física no están las torres, pero en el reflejo en las aguas nocturnas de la playa aparecen reflejadas con todas sus luces y figura de antaño. La creadora de la portada, una diseñadora española de la que en estos momentos se me escapa su nombre explicaba que físicamente las torres no están, pero todos las llevamos en nuestros corazones.
La otra foto, la de una adolescente que en su año de intercambio en Estados Unidos e imagino en uno de sus tantos paseos en ese país, se tomó una foto en donde aparece con un grupo de amigas y las torres gemelas al fondo. Ella, vestida con pantalón blanco y una campera para el frío, festeja risueña algún comentario o el hecho mismo de disfrutar la travesía, estoy seguro que ella nunca imaginó el impacto que esa imagen le traería posteriormente a su vida.
¿Se imaginan a los familiares de las mil y tantas personas muertas en esos atentados con sus imágenes de ellos en sus mentes tan solo horas después de los atentados? Ellos que esa mañana de septiembre los habían palpado, mirado y que tan solo en horas ya no estaban físicamente. Es como la imagen de la revista, es una foto donde los familiares no los ven a su lado, pero se reflejan en las aguas tranquilas de la bahía. En las aguas calmadas de sus corazones.

Comentarios

Entradas populares